lunes, 2 de enero de 2012

MITOS de leche materna: “ESTE NIÑO PASA HAMBRE, YO DIRÍA QUE NO TIENES LECHE”

Artículo extraído del libro "Un regalo para toda la vida" de Carlos González; de Bebés y más; y de Som la llet.


Como tantos otros mitos, hace no demasiados años la falta de leche, también conocida como hipogalactia, era una realidad muy extendida entre las madres, y muy a  menudo dicho diagnóstico era realizado a las nuevas madres en las consultas de los pediatras. Sin embargo, con el paso del tiempo y a raíz de los numerosos estudios realizados al respecto, este diagnóstico ha perdido validez y ha pasado a no ser cierto en la mayoría de los casos, convirtiéndose en mito por seguir estando vigente como una realidad muy habitual. Esto no quiere decir que sea un mito para todas las mujeres. Está claro que, al igual que hay mujeres que no tienen insulina, que no ven, que no pueden caminar, también hay mujeres que no tienen leche. La glándula mamaria es un órgano más, puede sufrir enfermedades, lo mismo que el corazón o el riñón, puede funcionar mal o dejar de funcionar.


Lo que no puede ser es que haya tantas mujeres sin leche como algunos piensan. No es posible que la mitad o las tres cuartas partes de las mujeres no tengan leche, no es posible que sus pechos no funcionen. De ser cierto, estaríamos ante la más terrible epidemia que ha vivido la humanidad. Casi la totalidad de las abuelas que criaron a sus hijos en la segunda década del siglo XX dejaron de dar el pecho "porque no tenía leche", "porque se me fue la leche", "porque se quedaba con hambre", "porque mi leche ya no era buena"... Y ese es un sentir que hoy en día pervive, y numerosas mamás de hoy en día han abandonado el pecho por el mismo motivo.


Con la hipogalactia pasa además algo muy curioso. Cuando tenemos algún problema de salud, todos vamos al médico y nos sometemos a la realización de varias pruebas médicas rigurosas, y una vez tenemos los resultados volvemos al médico para que él realice un diagnóstico. Sin embargo con la hipogalactia las cosas son diferentes, ya que debe de tratarse de una de las únicas afecciones cuyo diagnóstico es realizado por la madre. Dice “no tenía leche” y ahí se acaba todo. “Si lo dice es cierto”, piensan muchos profesionales. Nadie se autodiagnostica una hipertensión, ni el colesterol, ni las piedras en el riñón, por ejemplo, pero con la hipogalactia las cosas sí, prácticamente la totalidad de las mujeres que no han amamantado por falta de leche se lo han autodiagnosticado y no admiten que nadie cuestione ese veredicto, porque enseguida te dicen (y si no te lo dicen lo piensan): "¡Si lo sabré yo!" (o "Si ho sabré jo!").


La hipogalactia (escasez de leche) debería ser una enfermedad tan rara como cualquier otra, digamos la diabetes o la hipertensión. Bien mirado, debería ser mucho más rara. Por una parte, la selección natural no actúa contra la hipertensión. Una mujer hipertensa puede tener tantos hijos vivos como una mujer con la tensión normal. En cambio, la selección natural es implacable con la hipogalactia: si la madre no tiene leche, sus hijos mueren, salvo que sean adoptados y amamantados por otra hembra lo que es enormemente raro en la naturaleza). Apenas hace un siglo que los niños empezaron a sobrevivir sin leche materna.

Por otra parte, diabetes puede tener cualquiera: una niña, una anciana, una mujer con graves malformaciones congénitas. Pero ninguna de ellas puede tener hipogalactia. Patra enterarte de que no tienes leche, primero necesitas un niño. Una mujer en edad fértil (en teoría entre unos doce y unos cincuenta y cinco años, pero casi siempre entre dieciocho y cuarenta, la mejor edad de la vida), lo suficientemente sana de cuerpo y mente para quedarse embarazada y dar a luz... Estamos hablando de mujeres con una excelente salud. Ya es mala pata que justo el pecho no les funcione. Puede ocurrir, por supuesto, pero es muy raro. Tanto que hay que descartar primero todas la demás posibilidades.

El problema es que nuestra sociedad no confía en la lactancia. Hemos llegado a pensar que lo normal es no tener leche, y que si alguna sí que tiene es sólo por la más extraordinaria de las coincidencias. Cuando le preguntas a una embarazada cuánto tiempo piensa dar el pecho, raramente contesta algo concreto, "tres meses" o "año y medio". Más bien suele decir "mientras pueda", "mientras tenga leche"..., no cree que dependa de ella, que pueda tomar una decisión y llevarla a la práctica; se cree un simple juguete del destino.
Bebé con un biberón victoriano



Esta desconfianza con la capacidad de producción de la leche materna empieza a mediados del siglo XIX con el nacimiento la leche de fórmula, llegando a su momento álgido en la segunda mitad del siglo XX, cuando la industria de la leche de fórmula consiguió convencer a las mujeres, a través de agresivas y engañosas campañas publicitarias, de que su leche no era la mejor opción ante las novedades de la ciencia moderna, quien puede cuantificar los nutrientes y la composición de la leche artificial.


Esta pérdida de confianza con las capacidades del cuerpo materno y la consecuente creencia de que todo lo que nos llega desde la ciencia es mejor, nos llevó a abandonar progresivamente la cultura de la lactancia materna. Y la instauración de los patrones de alimentación con leche artificial, han llevado a creer que son válidos para la lactancia materna. Aquello que todos hemos oído: el pecho cada tres horas y diez minutos de cada pecho. Si las madres primerizas esperan un patrón matemático con el pecho, están muy equivocadas. Y lo peor es que existe la creencia de que si el bebé pide pecho fuera de este patrón matemático es porque pasa hambre o porque no tiene suficiente leche.


De hecho la inseguridad es tan grande que, pase lo que pase, la madre suele pensar que no tiene leche:


- Si el pecho está vacío es porque no hay leche, pero si está lleno es porque el bebé no mama, y probablemente con razón, porque la leche debe de ser mala.


- Si el niño pide el pecho con gran frecuencia, es porque está pasando hambre, pero si duerme mucho, es porque como no sale nada...


- Si engorda poco es que necesita un biberón, pero si engorda mucho no tendrá bastante sólo con el pecho.


- Los pechos pequeños no sirven, pero los grandes tampoco.


- Si la madre fue criada con biberón, "es que en mi familia no tenemos leche"; pero si la abuela o la bisabuela amamantaron a siete hijos: "Ojalá tuviera yo leche como tuvo mi abuela, que después de dar el pecho a sus siete hijos recogió a un huerfanito durante la guerra y le dio también..., pero, claro, las mujeres de ahora no tenemos leche".


En conclusión, no existe ninguna circunstancia que haga exclamar a las madres: "¡Tengo mucha leche".


La inmensa mayoría de las veces, cuando la madre cree no tener leche, en realidad no hay ningún problema. Estadísticamente, es más probable ganar el gordo en Navidad que tener hipogalactia. ni los pechos blandos, ni el niño que se despierta por la noche, ni un aumento de peso que alguien ha dicho que es escaso pero en realidad es normal, ni que no aguante tres horas, indican falta de leche. Sí que es cierto que hay casos de falta de leche. Hay un 5% de causas que pueden producir hipogalactia, en cualquier caso es un 5%. Este hecho no nos puede llevar a pensar que muchas mujeres o todas las mujeres tienen poca leche. Y también hay que tener presente que hay casos en los que la hipogalactia es transitoria o se puede resolver (estamos hablando de retención de placenta, hipotiroidismo, etc.) Por lo tanto la cifra todavía sería menor.

2 comentarios:

  1. Excelente Carlos González.
    Sólo una puntualización de la frase: "Hay un 5% de causas que pueden producir hipogalactia, en cualquier caso es un 5%". Pueden producir no quiere decir que produzcan. DE hecho, si esas causas están identificadas y tratadas (p. ej, SOP o hipotiroidismo), se puede tener una lactancia de lo más normal.
    Un saludo,

    Laura Villanueva, IBCLC.

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    1. Buena puntualización, Laura, muchas gracias por tu aportación a este artículo.
      Un besazo.

      Carolina

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